Paperback ©2006 | -- |
Villasenor, Victor.
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Mexican American authors. Biography.
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Capítulo Uno
Había escrito durante quince años, recibido más de 260 rechazos y logrado publicar—a Dios gracias—mi primer libro. Era el año de 1973. Yo tenía treinta y tres años y estaba en Long Beach, en un congreso de la CATE, es decir, de la Asociación de Profesores de Inglés de California. Me encontraba en la parte trasera del salón junto a otros cinco escritores que ya habían publicado libros. Estábamos esperando que apareciera el conferencista que pronunciaría el discurso de apertura. No sólo era un escritor que había publicado libros como el resto de nosotros. No; también había escrito un best seller, era un conferencista conocido a nivel nacional, y en cualquier momento llegaría para pronunciar el discurso de apertura ante todos los asistentes al congreso.
Karen, la publicista de nuestra editorial, estaba más nerviosa que el diablo y caminaba de un lado a otro del salón, tratando de pensar en una solución. El escritor del best seller debería haber llegado treinta minutos atrás. Se suponía que tomaría el último vuelo del día anterior desde la Costa Este y llegaría esa mañana.
Yo también me sentía bastante nervioso, pues nunca antes había estado con tantos escritores. De hecho, hacía apenas seis meses ni siquiera conocía a un escritor, hasta que fui a la sucursal de Los Ángeles de la editorial neoyorquina que pensaba publicarme. Cuando supe que me iban a publicar un libro, llamé a mi papá y mi mamá de inmediato, gritando al cielo lo emocionado que estaba, pues la editorial Bantam de Nueva York publicaría mi libro Macho!
El salón donde nos encontrábamos era pequeño, pero parecía mucho más grande debido a la ansiedad reinante. Yo no tenía ni la más mínima idea de lo que podrían esperar de mí, así que me quedé solo en una esquina para no correr riesgos y me dediqué a observar todo lo que sucedía. Diablos, la única razón por la que estaba allí era porque Karen Black —nuestra publicista—que era blanca, me había llamado de repente el día anterior en la tarde—creo que a última hora—y me había dicho:
"¿No vives al sur de Long Beach?"
"Sí. Así es," le respondí.
"Bien. Espero que no estés muy ocupado ni que te molestes por haberte llamado tan tarde, pero verás, varios de nuestros escritores ofrecerán talleres durante el congreso de la CATE este fin de semana en Long Beach. ¿Por qué no vienes y nos acompañas?"
"¿Cat? ¿Qué es eso?" le pregunté.
"No. CATE, la Asociación de Profesores de Inglés de California. Compran muchos libros. Este congreso es muy importante para nosotros y también podría serlo para ti."
"Ah, entiendo. Sí, claro que iré," dije, respirando profundo. "¿Se supone que asistiré a uno de los talleres?"
"Pensábamos que podrías dictar un taller."
"¿Yo?"
"Claro que sí. Eres un escritor que ya ha publicado."
El corazón comenzó a latirme con fuerza. "¿De qué podría dictar yo un taller a unos maestros de inglés?"
"De tus experiencias con la escritura, de algún maestro especial de inglés que te haya servido de estímulo para convertirte en escritor," dijo tratando de cautivarme. "Hasta luego. Nos vemos allá. No te preocupes. Eres muy creativo, ya saldrás con algo."
Me dio la dirección y al día siguiente salí en mi camioneta blanca desde Oceanside, donde vivía en el mismo rancho en el que me crié, camino a Long Beach. Nunca en mi vida había oído hablar de CATE, y mucho menos sabía lo que significaba dictar un taller. Lo único que sabía era que había perdido dos veces el tercer grado porque no pude aprender a leer, y que tuve muchos problemas durante la primaria y la secundaria. Y luego de diez años de estar escribiendo, finalmente pude venderle mi primer libro a una de las principales editoriales de libros populares de bolsillo, con sede en Nueva York.
Y en ese momento, mientras estaba en un rincón, me sentí muy verde. A fin de cuentas, todos los escritores que estaban en el salón ya habían publicado varios libros y hablaban entre ellos como si fueran grandes amigos, intercambiando historias sobre sus publicaciones, riendo con alegría, comiendo galletas y tomando café. Yo tomaba agua, pues un solo sorbo de café hubiera bastado para enviarme al techo. Una vez que escuché la plática alrededor de la mesa de los refrigerios, me di cuenta que esos escritores no sólo tenían libros publicados, sino que casi todas las primeras ediciones habían salido en pasta dura y luego en ediciones masivas de bolsillo.
Constaté rápidamente que el hecho de que me hubieran publicado un libro en edición de bolsillo no era algo que me diera mucho prestigio. Los libros de bolsillo no se reseñaban, y era gracias a las reseñas que un escritor llamaba la atención, obtenía respeto y vendía libros. Chingaos, estaba tan verde aún que sólo unas semanas atrás había sabido qué era una reseña, así que no dije nada y más bien escuché con atención, tratando de aprender todo lo que pudiera sin demostrar mi ignorancia. Advertí que los demás escritores vestían ropas de ciudad. Pensé que había sido un error haberme puesto mis Levi's, mis botas de vaquero, un cinturón con hebilla grande, una camisa del Oeste y mi viejo blazer azul.
Del otro lado de las puertas cerradas del salón adyacente se escuchaba el bullicio tenue y sordo de los asistentes al congreso mientras almorzaban. Me imaginé que debían ser muchas personas, debido al sonido y al alboroto producido por los platos y las conversaciones. La publicista de nuestra editorial fumaba un cigarrillo tras otro mientras caminaba por el salón. Luego de mirar su reloj por enésima vez, Karen envió a Sandy—su asistente—al vestíbulo a ver si había mensajes, y le dijo que saliera al estacionamiento y echara un vistazo. Todo era como una película; ahí estaba yo, en el salón de atrás, junto a un grupo de escritores de verdad, y en cualquier instante un autor conocido en todo el país llegaría atravesando de prisa el corredor y nos conduciría a través de aquellas puertas cerradas, en donde nos esperaba todo un congreso de maestros.
Burro Genio. Copyright © by Victor Villasenor. Reprinted by permission of HarperCollins Publishers, Inc. All rights reserved. Available now wherever books are sold.
Excerpted from Burro Genio by Victor Villasenor
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De pie frente al público, Victor Villaseñor miró al grupo de maestros sentados frente a él, y su mente se llenó de recuerdos de infancia llenos de humillación y abuso por parte de sus profesores. Se sintió enfurecer. Con el corazón en la mano, comenzó a hablar de esos abusos. Y cuando terminó, para su gran sorpresa, encontró a todos los profesores de pie aplau-diéndolo enfáticamente. Muchas de las personas en el público no lograban contener sus lágrimas. Así comienzan las conmovedoras y apasionadas memorias de Victor Villaseñor. A pesar de ser muy talentoso e imaginativo desde muy niño, tuvo que vivir con una dificultad de aprendizaje (no fue sino hasta los 44 años de edad que fue diagnosticado con un caso grave de dislexia), y la frustración de ser latino en una escuela americana en la que sólo se hablaba inglés. A pesar de los profesores que lo maltrataban porque no podía hablar inglés, Villaseñor se aferró a su sueño de un día convertirse en escritor. Hoy en día, es considerado uno de los autores más importantes de nuestra era.